miércoles, 28 de noviembre de 2012

peje del fondo

caíste ciega, sin la vieja protección
de los hijos del señor de los huesos
la vestidura calcárea de los que han dejado el tiempo
las olas que antes rompías -las llamabas abanicos, pero eran arpegios-
ahora te las bebes y te nutres de su sal -negra como siempre y tan verde y tan fría-
ingenua, siempre
: cuentas el tiempo como si el tiempo cupiera dentro de los números
o pudieras asignarle
unidades y términos
no hay cien días
ni, mucho menos, cien siglos
sólo el pez que obra su eternidad
el ave -según el consejo que te di- que se asoma al agua y se nutre de su sangre
desde el cielo
en el borde apropiado
al mar con su fondo
-lo que te dije que late en la silueta oculta del árbol es lo que intenta beber aquí


sangre viva de un pez-.

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